Mamá.

Levanté la mirada y contemplé el cielo oscuro y despejado de medianoche. No había rastros de estrellas, tan solo un brillante lucero que iluminaba el manto oscuro de soledad. Perfecto.
Volví la mirada hacia el pliego de papel maché doblado entre mis manos, lo desdoblé y extendí el delicado Globo del Deseo en mi mano izquierda. Tomé el mechero del fondo de mi pequeño bolso y finalmente lo encendí.
Mientras esperaba paciente a que pudiera volar, miré al cielo un segundo, cerré los ojos, sonreí levemente, y de entre mis labios se escapó mi deseo, justo cuando el suave papel se desprendió de mis manos partiendo hacia lo alto del cielo.
Lo vi alejarse lentamente con ojos ilusionados. Escuché la dulce voz de mi madre llamarme a lo lejos y giré a su encuentro. La vi avanzar hacia mí tomada de la mano de mi padre y de mi pequeño hermano, llevaba de accesorio una hermosa sonrisa en el rostro y unos ojos color avellana brillando de alegría. Me volví hacia el cielo y fijé la mirada en mi Globo ya casi a punto de desaparecer. Miré a mamá de nuevo y sonreí. Mi deseo se había cumplido. 

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