A Través del Cuerpo de una Inmigrante.
Antes.
Soy una
niña.
Amo mi
país.
Lo toco
y siento su calidez.
Veo la
preocupación de mi familia reflejada en sus caras,
Y
escucho la rabia y el miedo en la voz de la gente;
Pero
huelo la dulzura que recorre las calles,
Que me
recuerdan que estoy en casa.
Esa
misma dulzura saboreo en mi cuerpo, en forma de una inocencia,
Que me
permite ignorar lo que ahora escucho y veo.
Durante.
Soy una
adolescente.
Le temo
a mi país.
Todavía
lo toco, pero ahora es distante
Como si
se escapara de mis dedos
Sin dejarme
aferrarme a él.
Veo las
lágrimas de mi mamá,
Porque
sabe que no puede quedarse
Y que irse
duele más.
Escucho los gritos, las bombas, los disparos,
y los llantos;
Ya
ignorados no pueden ser.
Huelo
la sal marina
Al acercarme
a las puertas de embarque
Mientras
saboreo la sal de mis propias lágrimas,
Que
acentúa todo lo que escucho y veo.
Después.
Soy una
adulta.
Aunque,
quizás, todavía soy una niña.
Extraño
mi país;
Ya no
puedo tocarlo.
Veo a
mis papás luchar por encajar,
Y lo
único que escucho es este lenguaje desconocido
Que
todo el mundo aparenta entender menos yo.
Huelo
estas calles extranjeras,
Me
recuerdan lo que he dejado;
Y saboreo
la amargura de la nostalgia,
Que intensifica
todo lo que soy y siento.
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